Hace tiempo que no recibo un ‘buenas noches, te quiero’, hace tiempo que no
me abrazan por la espalda. Hace tiempo que no me besan los labios, y mucho
menos el alma. Hace mucho que no acarician mis mejillas ni cuentan mis lunares.
Hace bastante tiempo desde la última vez que mi cuerpo se unió al tuyo para
convertirse en uno.
Por no tener estas cosas no he muerto, pero si he experimentado algo peor.
He visto como mi vida carecía de sentido en muchas ocasiones, he sentido como
se desvanecía mi alegría. He llegado al punto de odiar cada palabra que otros
me decían.
Pero, por otra parte, he podido descubrir quien sí y quien no, he
conseguido averiguar cuál es mi limite, en cuanto a dolor se refiere. He tenido
el tiempo suficiente para conocerme en la más rara soledad, he podido
experimentar los placeres de la independencia (esto no significa que antes dependiese
de ti, solo que me había acostumbrado a escuchar tu punto de vista en todo).
Ahora puedo entender eso de que cuando una puerta se cierra se abre una
ventana. Puede que en muchas ocasiones sea más dura o puede que te cueste
adaptarte, pero de todo se sale. Todo es posible, duele y cuesta, pero se
supera. Fuiste una experiencia más, y dejaste una gran huella. No es imborrable,
pero ha sido importante.
Hace mucho tiempo que no tengo muchas de las cosas más bonitas de este
mundo, pero tengo muchas otras que me llenan y me hacen seguir adelante. Y que
no me pienso sentar a esperar que el tiempo pase, ya que el tiempo nunca se
sentó a esperarme a mi.
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